Nov 23 2012

ESTAMPAS DE AYER Y HOY DE LA PUEBLA DE CAZALLA (II): CALLE VICTORIA

Publicado en LA PUEBLA

La postal que nos sirve de introducción para los recuerdos de la calle Victoria, podemos datarla a finales de los sesenta del siglo pasado. La foto está tomada desde la esquina de la plaza del Convento con las calles Ruiz Moreno -actual Papitas- y Bermúdez -actual Cherito-. En el primer plano de la acera de la derecha -números impares-, está el despacho de bebidas de Antoñirri. Como referentes vemos a continuación el Cine San José que regentaba  José Carito, con la fachada de ladrillo visto de su cancela, que daba entrada a un patio ajardinado, lateral de la sala del cine propiamente dicha. El cine, tiene apoyado en la fachada, un cartel anunciador de un espectáculo o de una película, y asimismo, empotrados en la fachada se ven tres vitrinas, que estaban iluminadas interiormente, dónde se colocaban los affiches de las películas. En la puerta hay una moto Vespa aparcada.
Siguiendo el devenir de la acera, nos encontramos un anuncio luminoso con los laterales curvados, que al no ver la marca, nos deja en la duda pero podría corresponder a la tienda de electrodomésticos de Luis Pozo. A continuación, el anuncio cuadrado, inequívocamente de Valca, nos señala la existencia de un estudio fotográfico que existió allí temporalmente y que correspondía a Foto Ángel de Morón.


Fotografía de la calle Victoria que sirve de referencia a la descripción. Para verla ampliada cliquea sobre la misma

Seguimos por la acera, nos encontramos sucesivamente con el Casino Artesano, la Caja de Ahorros San Fernando, cuyo edificio supuso un salto de modernidad, por su dotación cultural, una sala de proyecciones, dónde periódicamente se ponían películas de cine mudo: Charlot, el Gordo y el Flaco, Buster Keaton… En el piso de arriba instalaron la biblioteca, con un número muy importante de volúmenes, de ediciones bien encuadernadas, de las que sólo las más lujosas tenías que leerlas allí pues la bibliotecaria, Pepa la Puchera, no te dejaba llevarlas a casa. Fueron muchos los niños que gracias a esta biblioteca comenzaron a conocer el mundo de la lectura.
En la foto no se adivina bien si existía el Cine Victoria y no se aprecia en la misma si ya estaba construido el edificio de tres plantas de la tienda de Tejidos Olmedo. Sí se destaca inequívocamente la casa de Manolito Reina, con su cierro alto de obra y su azotea rematada con pirondelas vidriadas. En la parte baja estaba la tienda, con su característico olor mezcla del excelente surtido de chocolates y chocolatinas y el de queso en salmuera.
La antigua plaza de Abastos -hoy plaza de Andalucia-, estaría ya en desuso, habiendo sido sustituida por el mercado construido en el solar anexo.

Al fondo se ve la calle Sevilla, en cuya esquina, acera de los impares, figuraba el rótulo con el nombre de la calle: José Antonio Primo de Rivera, con el yugo y las flechas sirviéndole de adorno.
En la otra acera, destaca el bar Bernardo que hacía esquina con calle Morón y en la esquina de enfrente el de Pérez Gómez, llamado La Florida aunque ninguno lo sabíamos. A continuación el estanco de las Divinas y el consultorio de la Seguridad Social, que ocupaba la fachada de lo que hoy es la biblioteca municipal, existiendo un patio posterior en el que había un edificio que fue escuela hasta los años cincuenta, y tal vez primeros sesenta, para pasar después a local de la OJE.
En la foto también se vislumbra un anuncio luminoso de Colchones Sema (“dijo Sema y se durmió… y como nuevo despertó”), en la tienda de electrodomésticos de Antonio Pozo. La antigua taberna de Cuchilleja ya estaba cerrada en esta época y tres casas más adelante estaba la farmacia, con un farmaceútico llamado D. Fernando al que sustituyó D. Antonio Varo y a cuya altura parece que está aparcado el camión Ebro rojo, que es el único vehículo de cuatro ruedas que contemplamos en la calle.

Las fachadas de las casas, son muestras de la arquitectura popular andaluza. Cerrando la acera de los pares y sin que se vea en la foto, existía una taberna en la última casa de la calle que hacía esquina con Cherito.


Anuncio publicitario del cine San José correspondiente a la revista de feria de 1.968

La calle Victoria ha sido siempre, antes mucho más que ahora, punto de referencia en la vida de La Puebla. Arteria principal en que, en gran parte del año -excepto el verano-, era el sitio donde pasear los domingos -único día de la semana en que se salía para divertirse-, el sitio en el que ver y ser visto. La calle se llenaba de gente, las parejas paseaban desde la puerta de la plaza de Abastos -hoy plaza de Andalucía-, hasta un poco más allás del cine de Carito, antes de llegar a la plaza del Convento. Aquella bulla era aprovechada para arrimarse a las niñas, uno se colocaba junto a la pretendida, si tenía suerte, que estaba en un extremo del grupo y aguantaba las vueltas que ella quisiera. A veces, al llegar salían corriendo y algunos las seguían o bien desistían esperando ocasiones mejores. Cuando varias semanas la escogida aguantaba tu presencia, se decía que éerais pretendientes, paso previo al noviazgo.
Aquellas bullas de la calle Victoria eran el lugar apropiado para que, en los días de Carnaval, se explotaran cascarones de huevos rellenos de papelillos en las cabezas del o de la que se ponía a tiro. Estos huevos los vendía Pepita Lobato, que era ditera, y que desde meses antes le pedía a las vecinas que rompieran el huevo por la parte de arriba y le guardaran la cáscara. Con mucha paciencia, recortaba pliegos de papel de seda en cuadraditos de varios colores con los que rellenaba el huevo, cerrando la parte rota con un trozo del mismo papel. En los dias de Carnaval, también se jugaba en corros a pasarse búcaros y cántaros hasta que alguien fallaba y se estrellaba en el suelo rompiéndose en mil pedazos.

La calle Victoria era la calle del cine, había dos de invierno y uno de verano. Viniendo de la plaza de Abastos, el primero que te encontrabas era el Cine Victoria -cine de Morilla-. El vestíbulo estaba lleno de carteles de películas, muchas de ellas legendarias, que no habías visto o no se habían proyectado en La Puebla. En el fondo, en la parte izquierda, había una escalera que conducía al palco, lugar copado por las parejas de novios, que así tenían un sitio más reservado, en aquella época de tantas restricciones. En la parte derecha se abría un pasillo que daba lugar a la sala. Entre ambos estaba la cabina de proyección. La sala, en la parte del fondo a la derecha también poseía -junto a la pantalla de proyección y el escenario- una especie de palco, como un balcón largo y corrido separado de la sala por una barandilla de madera.


Anuncio del Casino Artesano correspondiente a la revista de feria de 1.969. Eran los tiempos buenos buenos del casino. Para ampliar la imagen cliquead sobre la misma.

Por la tarde había una función infantil, en la que generalmente se proyectaban películas de indios y de aventuras, produciéndose un gran alboroto y aplausos cuando los buenos aparecían para vencer a los malos. También excitaba al personal, que recibía con gritos, chiflidos y silbidos, el beso final, estilo Hollywood, del muchacho y la muchacha protagonistas de la película.
El otro cine de invierno, el San José -cine de Carito-, también tenia su vestíbulo lleno de affiches de películas, y en el que existía una barra de bar, entrando a la derecha, incluso en un tiempo, en una escalera que arrancaba a la izquierda, junto a la taquilla, conducia a un pequeño palco. La sala era más ancha y larga que la del cine anterior.
Además de cine, a estas salas venian periódicamente espectáculos con figuras del cante flamenco de la época: Pepe Marchena,
Juanito Valderrama, Lola Flores, Rafael Farina, etc., que llegaban acompañados de un amplio elenco de cantaores, folclóricas, cómicos, etc. El día que había un espectáculo de estos se notaba la expectación en la calle, a la que acudían muchos curiosos y curiosas para intentar ver a sus ídolos a los que diariamente escuchaban en los programas de discos dedicados de las emisoras de radio.
Recuérdase como algo raro y anecdótico un espectáculo de la Sansona del siglo XX, que antes de realizar su actuación en la sala y como reclamo para que el público la viera, puso un camión en la puerta del cine al que se subió todo el que quiso y que cuando estaba lleno, esta mujer, una vez con el pelo -peinada con una cola de caballo- y otra con la boca, fue capaz de mover cargado de gente.
También había un cine de verano -solar hoy de las cocheras Victoria- regentado por Miguel Morilla. Era un sitio en el que antes de llegar a la sala había que recorrer varios pasillos, su barra de bar y un montón de plantas que perfumaban el ambiente como jazmines y damas de noche. Aquel cine estaba rodeado de azoteas y tejados dónde no sólo los vecinos de las casas adyacentes, sino también sus invitados disfrutaban del cine gratis.


Algunos negocios de la calle Victoria. Corresponden con anuncios publicitarios de la revista de feria de 1.967. Para ampliar la imagen cliquead sobre ella.

En un hito se convirtió el estreno en aquel cine de la película Los Diez Mandamientos, que estuvo en cartel alrededor de un mes, siendo un acontecimiento para toda La Puebla. En aquellos días el comentario en todo el pueblo eran sus distintas escenas, llevándose la palma aquella en que se abren las aguas en el Mar Rojo para que pase Moisés con el pueblo judío y que luego se cierran para ahogar a los egipcios que los perseguían. Nadie entendía como la técnica podía lograr esa escena tan espectacular. El precio de las entradas iba bajando a medida que pasaban los días de proyección, rematando las últimas jornadas a diez reales, moneda grande de 2,50 pesetas. Por ello, todo el que quiso no se privó de verla. Hubo muchos que repitieron varias veces.
También hubo dos cines de verano más en La Puebla, uno en la calle Granada y el cine del Paseo. En aquella época se anunciaban las películas, generalmente por el Charro, con un carro construido exprofeso con los carteles pegados en él y se repartían unos prospectos de mano que reproducían el cartel principal. Hubo un tiempo que el cine de Carito de invierno fue arrendado por un empresario potentado que venía a La Puebla en un Cadillac -coche americano grande y lujoso, espectacular en aquellos tiempos, que todavía hoy circulan por las calles de La Habana en Cuba-. Ese rico empresario se permitía el lujo de anunciar las películas con una avioneta que llenaba de prospectos y octavillas los tejados y calles del pueblo.

Antes, mencionaba los programas de radio, que conjuntamente con el cine, eran de los entretenimiento más practicados en aquella época. Y en la calle Victoria, existió una pionera emisora de radio. En la casa de la Chica Medrano, colindante con el cine de verano, vivía un matrimonio mayor, que tenía un hijo joven. Allí se arreglaban aparatos de radio, relojes y los incipientes pequeños electrodomésticos que iban apareciendo. Pues bien, en ese lugar montaron una emisora que llegó a sintonizarse, no sabemo con qué radio de acción, pero lo interesante era la programación, que consistia cada noche en una emisión en directo en la que aficionados de todo tipo cantaban flamenco, coplas, imitaciones de artistas como Emilio el Moro, contaban chistes, etc., todo ello cara al público que se sentaba en la puerta del Casino Artesano, que estaba frente por frente con aquella casa de ventanales muy grandes en la que se ubicaba la emisora. Parece ser que las emisiones terminaron fulminantemente a raíz de una visita de la Guardia Civil al promotor de aquella radio.

El casino era otro lugar de encuentro de las personas mayores, ocupando una casa muy grande que había sido propiedad de los Moreno de Guerra y de Agustín Palazón, en la que existia un salón al fondo del todo, precedido de un patio, en el que se celebraban bodas. En el patio principal existía una reproducción en azulejo sevillano de la Virgen de la Macarena. En un salón, cuyo ventanal daba a la calle se veían a los hombres mayores sentados en amplios sillones, tomando café y leyendo el periódico. En otros salones se jugaba fundamentalmente a las cartas y recordamos a niños que ejercían de botones para hacer los mandados o encender las copas de cisco en el invierno, que estaban a las órdenes del conserje, normalmente personaje autoritario y mandón.


Vista parcial de la fachada y puerta de acceso a la plaza de Abastos. Fotografía fechada en 1.957. Archivo Curro Marín.


La actividad de los días de diario en la calle, estaba marcada por la plaza de Abastos. Desde horas muy tempranas de la mañana, comenzaba el ajetreo de los vendedores que iban preparando sus mercancías. En aquellos tiempos, el mercado era epicentro fundamental en la vida de los pueblos y ciudades. El nuestro tenía unas galerías cubiertas, que coinciden hoy más o menos con las de la plaza de Andalucía, y el centro como patio descubierto. Entrando por la calle Victoria a mano izquierda estaban los puestos de la carne, varios eran de cerdo y remataban al final el cordero, la ternera y el pollo que hacía esquina con el callejón del Cabildo. En la otra parte, entrada a mano derecha el puesto de Juanito Morcilla, alguna frutería y a continuación los pescaderos. El centro de la plaza era el lugar de los hortelanos, con los puestos al aire libre y en el que según la época del año ponían a la venta sus lechugas, rábanos, cardos, patatas, tomates, pimientos, cebollas, etc. Un trasiego, un ir y venir de gente durante toda la mañana que hacían del mercado el punto de atracción y encuentro de todo el mundo.
Las aceras de la fachada a la calle Victoria eran aprovechadas para vender sandías, melones, higochumbos, etc. Había un vendedor peculiar que venía de cuando en cuando, del que se decía que era hermafrodita, pues no tenía pelos en la barba y tenía una piel como femenina. Este hombre vendía incienso y hierbas aromáticas, siendo conocido como el tío de las alhucemas, que era su producto estrella. Tenía encendida unas ascuas en un cacharro de barro sobre las que colocaba muestras de su mercancía que perfumaban el ambiente. La particularidad de este vendedor era que cada vez que venía a La Puebla, con él traia a la lluvia.
Otros personajes se movían alrededor del mercado ayudando a los vendedores, como por ejemplo el Charro, ya mencionado, que retiraba los cajones del pescado y que por la tarde-noche prestaba sus servicios en el cine, también el Pipi y, por supuesto, vendedores de tortas de manteca, entornaos y roscos, ciegos del cupón y loteros.


Fotografía desde el lado contrario de la calle Victoria. Probablemente es unos años posterior a la primera como se puede advertir por el aumento del número de vehículos estacionados. En primer plano a la izquierda accesos a la plaza de Abastos, a la derecha local de la Caja Rural y a continuación el del bar de Bernardo. Puede advertirse claramente el edificio de la tienda de Olmedo. Para ampliar la imagen cliquead sobre ella.


Frente a la plaza de Abastos, haciendo esquina con la calle Morón estaba el bar de Bernardo, también conocido como el Club. A derecha e izquierda de la entrada había mesas, siempre completas de jugadores de dominó, cartas y de un juego llamado mahjong, los jugadores decían mayón, cuyas fichas, un poco más pequeñas que las de dominó, se colocaban sobre un soporte de tablillas de madera y tenían unos caracteres o letras chinas. El televisor estaba situado en un soberao, al que se accedía por una angosta escalera. La televisión, en blanco y negro, de los primeros tiempos, en la que seguíamos las series legendarias como Los Intocables, Bonanza, Perry Mason, El Fugitivo… El bar era famoso por sus tapas de ensaladilla, riñones y pollo frito y era atendido por los hermanos Bermudo Santizo: Bernardo, Pepe y su hermana Lucía en la cocina. Pepe abrió un tiempo una droguería en la esquina de calle Victoria a calle Sevilla, frente al juzgado -hoy Centro Cívico-.

En el lugar hoy ocupado por la biblioteca, habia una construcción con un gran patio interior en el que estaba ubicada la escuela de D. José Rodriguez, extraordinario maestro del que tenemos un recuerdo imborrable todos sus alumnos. Allí convivíamos, con edades dispares, desde los mayores a los que éramos los más pequeños. Eran los tiempos de la leche en polvo a media mañana, que preparaba una señora llamada Asunción, para la que había que llevar un  jarro de tu casa con azúcar y muchos le ponían además canela. Por la tarde repartían queso, que venía envasado en unas latas y que enviaban los americanos. En aquellos tiempos de nacionalcatolicismo, las tardes del mes de mayo se dedicaban al rezo del Rosario en honor a la Virgen María y los sábados por la mañana, que también había clase, se comentaba el Evangelio del domingo.

En este edificio, a lo largo de la fachada que daba a la calle, estaba situado el consultorio. Aparte de las consultas médicas diarias, era el lugar al que llevaban a los heridos, cuando había algún accidente en la carretera, formándose el consiguiente revuelo de gente cuando eso ocurría. Podemos recordar las desgracias de muchos fallecidos que eran velados por las vecinas hasta que eran evacuados, una vez realizadas las averiguaciones y trámites burocráticos para su traslado.

La calle Victoria, en aquella época era el centro del pueblo. Había que acudir a sus edificios oficiales: mercado, ambulatorio, juzgado, caja de ahorros. Y también para divertirse: cines, casino, bares… También era el paso para las gentes de gran parte del pueblo para el Ayuntamiento, Parroquia, bancos, Correos -que estaba en la calle Marchena- único buzón en el que podía echarse una carta. A las diez de la noche cerraban la plaza de Abastos, dándote un coraje enorme, después de esa hora, tener que dar la vuelta para acceder al otro lado. Habrán sido muchos los noviazgos que comenzaron en la calle Victoria y que con el transcurrir del tiempo se casaron y formaron una familia. Hoy, obviamente, la situación ha cambiado. En esta calle se puede decir que el tiempo pasado fue sin duda mejor.

10 comentarios

10 comentarios en “ESTAMPAS DE AYER Y HOY DE LA PUEBLA DE CAZALLA (II): CALLE VICTORIA”

  1. maríael 25 Ene 2013 a las 13:36

    tengo que decir que por mi edad (nacida en los 80) no he vivido las cosas que aquí se cuentan, pero recuerdo físicamente algunas cosas de la calle que aquí se describe. lo que es verdad es que me he emocionado al leer como era la vida de esta calle, ya que gracias a mi abuela, mi abuelo y mi madre, siempre he escuchado estas cosas y las he hecho vivencias propias. es una calle que suelo pisar antes que mi propia casa. a mi esta calle me sigue dando la vida

  2. Juanel 06 Dic 2012 a las 18:09

    Gracias Paco Mármol. Yo cuando puse Eladio me di cuenta que ese nombre no me sonaba por eso lo he preguntado. Recuerdo cuando era yo un niño veía desfilar a los de la falange con aquel ropaje tan característico y francamente como yo no sabía nada de nada de política, aquéllo me gustaba una barbaridad. Ver desfilar a niños de unos 7 años en adelante con aquellos aires marciales cantando el cara al sol y no recuerdo si algunas más canciones, como digo para mí era digno de ver. Eso sí, ya con 25 años, (año 1969), me enteré un poco de qué iba el asunto. Entonces me enteré de quiénes eran digamos los que dieron el golpe de estado. Con todo y ello, fue cuando al pasar varios años después, fue cuando ya nos enteramos de muchas más cosas. Era una cosa parecida a cuando veíamos películas del oeste cuando al final aplaudíamos a los buenos, cuando hoy nos damos cuenta que los buenos eran los indios, nativos y auténticos americanos.
    Bueno paisano gracias por tu información y, además que sepas que sigo tus opiniones con verdadero deleite siempre. Un abrazo

  3. Paco Mármolel 05 Dic 2012 a las 18:20

    Juan: No se llamaba Eladio, se llamaba Nicasio.

  4. Juanel 04 Dic 2012 a las 18:37

    LLevo pensando varios días que el nombre de Eladio que puse en mi comentario anterior, me parece que no era ese nombre, por lo que, si alguien se recuerda de él me lo diga. Sé que era el jefe de la Falange, o por lo menos el que mandaba en ella, porque lo ví varias veces como espectador estilo sargento de la mili mandando a los soldados. Sé que tenía un puesto de pescado y lo ví un par de veces en él, pero en aquellos tiempos pasar por los puestos del pescado no era lo mío, porque lo encontraba aquello como que apestaba y que olía mucho a pescado, claro. Además, como es natural el suelo siempre estaba lleno de agua. Y referente al pescado, y esto me lo parece, es que el lunes era el único día que no había pescado y, si lo había, había de tenerse en cuenta que era del día anterior o anteriores y eso lo oí comentar más de una vez y por entonces no había neveras como hoy. Y ya que estoy hablando de pescado, recuerdo que más de una vez comí tocino de cerdo habiendo comido pescado y aquello se notaba una barbaridad de lo malo que estaba, espero que hoy día no hagan como por entonces. ¡Ah! Y de jamón por entonces, nada de nada. Además estaba muy salado y estaba mucho mejor las morcillas y chorizos. No había la cultura del jamón y aquí en Cataluña tampoco. Recuerdo que cuando íbamos a merendar de vez en cuando y pedíamos jamón, nos lo ponían a taquitos, al igual que el queso, y eso era el síntoma de que el jamón por entonces no estaba como hoy día, que es una delicia cómo lo tratan.
    Un saludo

  5. PACOel 02 Dic 2012 a las 20:03

    En lo referente al reparto del “QUESO AMARILLO” que se hacia por la tarde en la escuela de la c/Victoria, en la que Don Josè Rodriguez era el maestro, aunque tenia muchos alumnos mayores que les ayudaban, (mi amigo Curro Martos, los hermanos Bocio, el mayor de los Càceres Gonzalez, y otros que no recuerdo sus nombres), cuando D. Josè se disponia abrir una de las latas del queso se pegò un corte en unos de los dedos de la mano derecha, saliendole gran cantidad de sangre, este accidente provocò un gran desconcierto entre los alumnos. Yo tendrìa unos 5 años, pero son casos que no se olvidan y se quedan gravados en la memoria toda la vida, la cosa no tenia tanta importancia,pero a esa edad y si habia sangre por medio la percepcion era otra.

    Paco Màrquez

  6. pepe muñozel 02 Dic 2012 a las 19:36

    Leyendo este comentario he rejubenasido mas de 50 años con todo lo que se comenta aqui de todo lo que habia en el marcado pero me acuerdo de una cosa, que era muy curiosa en aquellos tiempos cuando iban personajes con carteles y folletos cantando lo que ponian en ellos para des pué bendela la istoria que traian escrita. y la jente se agolpaban delante para escucharla y despues comprarla que casi siempre eran istoria de sucezo o istoria paresida, siemore seponian en la paret derecha del mercado frente al estanco de la divina. Unsaludo para mis paisano.

  7. Antonioel 01 Dic 2012 a las 23:05

    Magnifico articulo, al igual que el anterior, aunque este me ha gustado aun mas, ya que me ha transportado a mi niñez.

    Recuerdo haber estado muchas veces en el mercado de abastos con mi madre, también en la tienda de Monolito Reina y se me viene a la cabeza su inconfundible olor, por su puesto he disfrutado de muchas películas en los cines de esa calle, sobre todo en el de Morilla.

    En esa calle Victoria “perseguí” por primera vez a las niñas que me gustaban, y asistí a numerosas bodas, entonces dichas bodas se celebraban por las mañanas y con un menú muy cortito: dulces coñac y aguardiente, y al final de la boda la lucha por conseguir un trozo de tarta.

    También asistí durante algún tiempo a las formaciones de la OJE y llegué a tener su peculiar uniforme, también fui a algunas excursiones con ellos a Sevilla.

    En fin podría estar contando infinidad de cosas, pero se alargaría demasiado el comentario, por lo que me despido felicitando a los gestores del Blog por haber transportado durante unos minutos a mi infancia y adolescencia.

    Gracias y un saludo.

  8. Juanel 25 Nov 2012 a las 18:29

    Tengo tantos recuerdos de nuestra famosa calle, que me es difícil por dónde comenzar. Porque cuando me pongo a pensar sobre ella, (que lo hago muy a menudo), se me vienen a la memoria todo cuanto nos habéis puesto en la cabecera. ¿Cómo no nos vamos a recordar a nuestros cines? Eso era lo más grande que teníamos por entonces. Recuerdo por ello que cuando se iba la luz, empezábamos a decir aquello de: que venga el Sale y que me den mis dos reales. Esto ya no sé por qué se decía, porque por entonces ya costaba un poco más de dos reales, tanto en el infantil como después por la noche.
    La calle Victoria para mí siempre ha tenido recuerdos añadidos además de los citados, ya que, aparte de haber estado con D. José Rogriguez, estuve con Lobato el de la tienda de calzados, trabajando en su zapatería que tenía la banquilla por dentro y ahí trabajábamos cuatro personas más Currichi que era el dependiente que vendía en la tienda además de Lobato, claro.
    También en dicha calle, vivía mi compañero Andrés Raya Muñoz, que nos fuimos los dos al Seminario con el P. Jaime, y el P. de Andrés era el que se cuidaba de vender los periódicos habidos por entonces. Esta familia eran por lo menos 14 hermanos y luego se trasladaron a la calle San Patricio a vivir. Al padre le llamaban el chino y dicha familia tenían un varón que era el más pequeño de todos llamado Cristino que era cojo de una pierna teniendo unos hierros para poder andar y jugar. Mi compañero Andrés después de dejar el Seminario, marchó a Logroño como algunos de nuestros paisanos a la aviación y ya en el año 63 le perdí la pista por haberme venido a Cataluña, aunque luego me he enterado que su familia se fueron a Vizcaya.
    También la plaza de abastos, era muy querida por todos nosotros y que por entonces había mercado los domingos y días festivos. El único día que yo recuerde que no había plaza, era solamente el viernes santo. Recuerdo aparte de Juanito Morcilla, que vendía chorizos y morcillas, había un tal llamado Eladio, que vendía pescado y éste era el encargado de la falange y de hacerlos desfilar a los mayormente niños. El hermano de Eladio era uno que tenía un quiosco a la salida del callejón de la plaza hacia el Ayuntamiento. Y en la bodega de Antoñirri he ido muchas veces por medio litro de vino para el zapatero Joseíllo Mena, (que era el maestro de Lobato), pero después puso la banquilla en su casa de la calle Altana, yéndome después con él. Allí se llegaban algunos amigos del maestro llevando de casa a lo mejor un trozo de morcilla o chorizo y entonces era cuando nos mandaba a por el vino.
    Y mi madre Asunción era la que hacía la leche en polvo por entonces a los alumnos de la calle Victoria, y don José le daba de vez en cuando a mi madre un poco y esa era la leche que se tomaba en mi casa en aquel tiempo. He de decir que cuando yo estaba en la escuela no había nada de eso, pero fue un poquito después. Pero en el Seminario sí que tomé no leche en polvo pero sí queso americano que por cierto a mi me gustaba bastante.
    Y para terminar, como siempre, los del blog nos hacéis pasar unos momentos muy agradables al leer la cabecera de nuestros recuerdos más felices; el cine y nuestras primeras miradas a nuestras princesas azules. Un saludo

  9. Carlosel 25 Nov 2012 a las 15:44

    Tengo entendido que el mahjong es un juego que tiene su origen en Japón, e introducido en España por unos japoneses que vinieron formando parte de una delegación de su pais en el siglo XVII.

    Si esto fuera así los caracteres no serían chinos, sino nipones pero con origen en China, de ahí su semejanza.

    Un saludo y gracias por este interesante reportaje que una vez más nos enseña y nos hace recordar detalles que ya habíamos olvidado.

  10. Paco Mármolel 24 Nov 2012 a las 19:33

    Me habéis hecho retrotraerme a mis años de juventud. ¡Cuántas vueltas habremos dado por esa calle, pretendiendo a las chavalas. Y cuántas películas habré visto en esos cines que tan brillantemente detallas.
    Me recuerdo perfectamente de aquella primera emisora de radio, pues eché mis ratitos de Cante allí, y el Casino los finos que me habré tomado y sobre todo lo recuerdo porque allí celebré mi Boda.
    Gracias amigos, por estos artículos tan llenos de historia viva de La Puebla, que a los que estamos en la distancia, nos llena de nostalgia, pero nos alegran las penas. Un fuerte abrazo.
    Paco Mármol

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