Dic 09 2010

DE MANANTIALES, FUENTES Y POZOS DE LA PUEBLA DE CAZALLA (III): EL POZO MARCO

Publicado en ARCHIVOS,FOTOTECA,LA PUEBLA

El pozo Marco está situado en la margen derecha de la carretera de La Puebla a Villanueva  de San Juan a unos 3 kms de la Fuente Vieja y a la altura aproximada del cortijo del Caracol. Distará unos 200 mts del borde del camino desde donde es perfectamente visible, encontrándose al pie de una pequeña barranca.

Lo más probable es que en la actualidad, después de varias décadas de abonos y fertilizantes químicos, las condiciones de potabilidad de sus aguas no sean las mejores, sin embargo, fueron tradicionalmente muy apreciadas entre los habitantes de La Puebla, considerándolas de entre las más finas de su término y las mejores, después de las lloverizas, para echar los garbanzos del puchero o las habichuelas para el potaje.

Las aguas de Marco han servido hasta los 60 del siglo pasado para aliviar la sed de los gañanes, jornaleros y tajoneros de aquellos campos, eran acarreadas por los aguadores en cántaros, perrengues y garrafas que cargaban en sus burras, acudiendo al pozo a la caída de la tarde y mientras hacían su provisión echaban la cigarrá comentando en animada charla los últimos sucesos.

Era fácil ver en el lugar a Jirula el de La Gerena, o a Juan Garrido Guirao comido de dolores pero montado y pedaleando en su máquina con aquella inversímil lentitud suya, a José el Aperaó llevando su laberinto, a Antonio Periquillo en su caballo que venía de la sierra de tratar ganado y no desaprovechaba la ocasión  de traerle a Isabel la Carnicera una poquita de agua para hervir el café, a los Uvita con casilla y unas tierrecitas en la vecindad del pozo, y hasta al mismísimo casero del Vínculo con esa somnolencia que siempre arrastraba la criatura y que tan mala fama le reportara ya en vida.


Allí, un poco más arriba, apenas subiendo la barranquilla, entre el cerro de Las Capoteras y el de Las Pilas, ¡vaya tierra con más redaños echando trigo! el gañán de 14 años ganó su primer sueldo de hombre, y por si alguien alcanzaba a verlo desde el camino empujaba orgulloso la yunta que le habían entregado por la mañana. Mientras, su padre, a eso del mediodía, le hizo un comentario: <<he visto un coche venir por la carretera, eso va a ser que el señorito ha llegado al cortijo>>.

15 comentarios

15 comentarios en “DE MANANTIALES, FUENTES Y POZOS DE LA PUEBLA DE CAZALLA (III): EL POZO MARCO”

  1. pepe muñozel 17 May 2011 a las 19:53

    Hola Juan, eleido tu comentario re ferente a la fuente que abia en el paseo esa fuente que tu les ase referencia estaba frente de los eucalisto que hay en el paseo de lante de los servicio´,
    y el agua costaba dinero cuanto no meacuerdo, pero si me acuerdo que quien bendia el agua era un hijo Alcadio macho el pequeño José Manuel y despues estubo pintaera suegro de Miguel puerto, tedoi esta seña porque mi abuelo entonse era el guarda del paseo que de mote ledecian ( peñaranda ) yo soi sobrino de Maria la peñaranda como tu mensiona como tu besina, yo me e criado en la calle (sevilla ) y mi padre era hermano de maria , pudiara ser que noscoscamo yaque yo iba ala casa de mitia y seremos casi de la misma edad yo tengo 62 años . yo llebo 26 años fuera de la puebla en sanpedro de alcantara malaga pero boi mucho ala puebla un saludo pepe.

  2. Encarniel 27 Ene 2011 a las 19:30

    Necesito saber si ha alguien le ha cubierto el seguro de la casa, por desperfectos del viento el dia 6 de diciembre del 2010, ya que ha mi el seguro me dice que no se registró, la velocidad requerida por la póliza, si alguien tiene algún dato sobre este asunto, que lo comente

  3. Inmael 05 Ene 2011 a las 18:45

    Que bonito es saber la historia de nuestro pueblo.

    Yo llevo desde pequeña, ahora tengo 40 años, a mi padre relatar las historias del tiempo que paso en el cortijo El Caracol, cuando era un niño y mi abuelo trabajaba alli con las Yeguas.Antes ya habia pasado por alli mi bisabuelo.

    Cuando cuenta esas cosas como dormir al relente, lo bonito que era la convivencia con los que por alli pasaban e incluso los eucaliptos que sembro con mi tio y que aun estan a la orilla del rio, parece que hace mil años de aquella epoca.Sin embargo oyendolo contar parece que fue ayer.

    Desde aqui quiero hacer un reconocimiento a todas esas personas que trabajaban de sol a sol en el campo, en unas condiciones que no son las que hoy dia tenemos, pues tenian que llegar a los sitios a pie, no habia luz mas que la de los quinqueles y el agua era la de los pozos. Sin su labor npo hubiera sido posible

  4. Juanel 04 Ene 2011 a las 18:10

    Hay veces que algunos olivos que ya son viejos cuando hay mucho viento quedan derribados, pero hay otras veces que viene un pequeño tornado o, si se quiere un remolino, y algunos olivos quedan derribados un gran trecho y tan sólo en una hilera, por lo que estas cosas siempre han sido muy normal en todas las épocas y no hay que darle muchas vueltas para entender que eso puede ser así. Lo malo, es que ahora parece ser que como está todo muy mecanizado se saben las cosas mucho antes y mucho mejor y habiento televisión de por medio y máquinas de fotos o videos, las cosas se saben al momento. También lo que me extraña es lo que le está pasando a Écija, que como todos sabemos es como una sartén por lo que al quedar el terreno bajo, se supone que al saberlo esto sus dirigentes no lo hayan previsto hace tiempo. ¡Lástima!

  5. A Manuel 2el 03 Ene 2011 a las 9:03

    Los datos de Diciembre en velocidad del viento:

    Los datos del día 6 en la estación del cortijo Bilbao son:
    06-12-10 Tº Máxima 20.0 Tº mínima 13.8 Velocidad del viento en metros por segundo 3.2 Precipitación en l/mcuadrados 61.6

  6. A Manuelel 02 Ene 2011 a las 13:16

    Manuel, no he podido localizarte los datos del día 6-7 de diciembre en el que se dió la tormenta y el aire que provocó la caída de árboles y otros desperfectos y daños en nuestra localidad. Los servidores de datos llevan varios días caidos y no dan datos hasta esa fecha. No obstante en protección civil (tienes un enlace en esta misma página), deben tener datos contrastados y por escrito o en todo caso en el ayuntamiento deben tener también acceso puesto que era un alerta amarilla o roja. De todas formas si los consigo te dejo el enlace aquí mismo.
    Saludos, feliz año y que se arregle el tema.

  7. manuelel 31 Dic 2010 a las 1:08

    hola mepodia desi elbiento que iso el dia 7.12. 2010 .noesbroma.es que el viento sellebo mimontera y el seguro dise que noiso biento sufisiente

  8. Juanel 15 Dic 2010 a las 17:37

    A M.C.M. le digo que yo también vivía en la Plaza Santa Ana, y esa fuente que dices estaba más bien enfrente de donde está hoy día la policía o Guardia civil, al lado del paseo y como dices siempre había cola porque me parece que era de un solo grifo y el agua caía muy lentamente. Pero esa fuente era ya una bendición porque ya no había que ir a la foronguilla por ella que estaba mucho más lejos, pero lo que ya no me acuerdo muy bien, es si costaba algo por cada cántaro. Yo me vine para Cataluña en el año 1963 y vivía por entonces enfrente de la Peñaranda que su casa estaba recién hecha, porque antes todo era la pared del campo pelota y, a través de mi ventana veía muchas veces el fútbol. Yo soy de la familia Quijada, como así nos conocían casi todo el mundo de La Puebla, y mi casa estaba en el centro de la de la del Valiente y Anita Cascarrón. Y por decirte algo, aunque lleve fuera desde ese año, aún me acuerdo de todas las vecinas casa por casa desde la Pipirita hasta la de la Curricha y la de Manolete. Si me dices quién es tu familia, me supongo que me acolrdaré de ella. Mi dirección electrónica es: quijadapazos@telefonica.net. Un saludo

  9. Pepeel 14 Dic 2010 a las 0:12

    Me acuerdo de esa fuente que dices, era en realidad un grifo grande y estaba donde dices al lado de un eucalipto grande creo recordar, alli habia unas escuelas que luego quitaron, yo no se la edad que tendrás MCM pero yo tengo 57 y me acuerdo tambien del puesto de agua que tenía Antonia la Carbonera en la esquina de la calle santa Ana donde hoy está la Cantina que habia en la casa tambien una carbonería pero entonces es que aun no se había metido el agua en las casas o las que la tenian metida eran muy pocas

  10. M.C.Mel 13 Dic 2010 a las 20:48

    ¿En el paseo no habia tambien una?,estaba mas o menos donde ahora estan los baños que estan pegando a la carretera,yo me acuerdo que iva con mi madre a buscar agua con un cantaro y porrones y siempre habia que hacer cola por que habia gente,yo vivia en la plaza santa ana,eso seria en los años setenta.¡que recuerdos mas bonitos!.

  11. Pepeel 13 Dic 2010 a las 19:08

    Yo hará por lo menos 30 años que no bebo en el pozo marco pero si que tenia fama el agua de alli, tambien tenia mucha fama y se llegaban por ella la gente a la foronguilla y al cañuelo

  12. Joséel 12 Dic 2010 a las 9:08

    Sobre “El cortijillo”: se derribó la nave con cubierta a dos aguas. Sus vigas descansaban sobre arcos apuntados, dando este sistema constructivo un aspecto precioso a su interior y siendo un reflejo de otra forma de edificar ya desaparecida y que es por supuesto mejor que las formas actuales.
    Solo estuve una vez en su interior y quedé muy impresionado por su sencillez y enorme belleza.
    Hay que estar ciego para no saber apreciar este tipo de cosas y por eso algunos las derriban; por ello hay que crear figuras legales o ampliar las existentes para que este tipo de atropellos a nuestra historia no sucedan.
    Hay cuestiones que deben estar por encima de la propiedad privada y del uso particular que cada uno haga de ellas.

  13. Moriscoel 11 Dic 2010 a las 22:28

    Manuel creo que perrengue era el nombre que se daba a un cántaro pequeño. En cuanto a Magaña resulta, según tengo entendido, que tenía la choza por allí, pero no exactamente en el pozo Marco sino cerca, en otro pozo que es el que toda la vida se le ha llamado el pozo Magaña que también se ve desde la carretera

  14. manuelel 10 Dic 2010 a las 22:05

    Buen artículo este del pozo Marco, el recuerdo que tengo del mismo es el de llenar con mi padre la garrafilla forrada de guita y que el agua estaba muy arriba, incluso yo diría que “manaba por los pies”, llenábamos la garrafa y después se mojaba el forro para que se mantuviera fresca, casi siempre cuando estábamos allí salía el tema de “Magaña” y su dramático final, siendo yo ya de épocas posteriores a la contaminación de las aguas de las que se habla en la reseña, me ha refrescado la memoria y me han llamado la atención vocablos como “perrengue” que no se lo que es, he andado con la memoria desde la fuente vieja, flaco favor el bunker azul, hasta el arroyo San Antón y pasando por el “cortijillo” que tampoco es lo que era, he llegado hasta la gerena. Excepcional la forma de combinar los datos con parte de nuestra historia rural y social, con nuestra gente y que en gran parte desconocemos. ¡Ánimo por tanto en esta labor que hacéis! y gracias también a Juan por el relato autobiográfico que nos hace con la yunta de mulas.

  15. Juanel 09 Dic 2010 a las 18:32

    Una de las cosas que me acuerdo con más nitidez de mi juventud, fue cuando fui a arar a Birrete, y además lo era por primera vez. Yo tendría por lo menos 17 años y no la había visto más gorda. Yo que me crié en la Venta la Romera, término de Osuna, hasta los cuatro años, marchando junto con mi familia ya a La Puebla, por lo que todos esos arreos de las bestias las había visto un montón de veces y, como se supone casi a diario. Pero cuando me tocó ir a arar no supe poner a la yunta nada bien y menos mal que mis compañeros me lo arreglaron todo, por lo menos para poder empezar. Voy ahora a pegar, si puedo un escrito que tengo hecho de aquéllo y os daréis cuenta del por qué era un perfecto inútil en realizar dicha tarea.
    Cuando llegué por la mañana, el capataz que le llamaban de la Rosa, (que poco después se marchó a Cataluña), lo primero que me mandó hacer, fue que cogiera dos jáquimas y me señaló a una collera de mulos de entre unos veinte que había. Estos mulos se quedaban pastando por las noches durante el verano, en los rastrojos bajo la vigilancia de un celaó o velaó, que era así tal como le llamábamos, por lo cual, todos estaban trabados. Así que me dirigí a uno de los dos que me había señalado, y ya en ese mismo momento empezó mi calvario.
    Noto en mis compañeros piensa Juan, que están expectantes esperando a ver por dónde salgo y continúa:
    Comencé a ponerle la jáquima y el mulo no se estaba quieto ni a la de tres. Cuando no alzaba la cabeza, la agachaba para mordisquear pasto, y otras veces a resoplar. No sé si el mulo al verme y haber oído algunas palabras mías, se habría dado cuenta de mi inexperiencia o qué, el caso que yo le era completamente indiferente, como si no existiera para él.
    Yo creo que eso era así, porque no estaría acostumbrado de que lo trataran y de que le hablara tal como lo hacía yo, pero el caso es que se las sabía todas, porque cuando le hablaba que agachara un poco la cabeza, la alzaba más, y cuando que la agachara, él a comer, y no me salía nada a derechas, por lo que me preguntaba, ¿se habrá dado cuenta el mulo, el idiota que tiene al lado, como cuando los estudiantes lo notan de un profesor, y le toman el pelo? Pues, esas eran las palabras en mi pensamiento, y algo de ello debió ocurrir porque las jáquimas no se las pude poner y las puso un compañero que al verme hecho un lío se dio cuenta y me ayudó.
    El destrabarlos me fue mucho más fácil porque nada más tuve que sacar el nudo y ya está, aunque tampoco fue coser y cantar. Después los llevamos a un pilar para que bebieran agua y seguidamente después de beber, empezamos a aparejarlos Aquí también me tuvieron que ayudar porque no sabía cómo hacerlo y además, aunque esos arreos ya los había visto antes, no sabía ni para qué servían. Me decían mis compañeros, que hiciera y cogiera lo que ellos y, poco a poco, entre unos y otros, quedó todo resuelto, no sin antes haber pasado por grandes sinsabores y grandes sudores, porque tanto al irles poniendo las mantas, el yugo y demás, me lo tenían que rectificar porque o lo había puesto mal, o no lo había ajustado y apretado como era debido.
    Ya desde los comienzos en mis pensamientos se entablaba una verdadera lucha de preguntas, y mis respuestas no eran todo lo positivas que yo deseaba. Lo único que realmente sabía de verdad, es que era un verdadero analfabeto, porque desconocía todo de esa faena, al contrario que mis compañeros, que eran unos excelentes y expertos conocedores de la misma.
    Una vez después de todo aquello, nos fuimos al tajo que allí estaban los arados clavados en tierra del día anterior o no sé de cuando, y aún faltaba engancharlo al yugo y, hasta eso me lo tuvieron que hacer, puesto de que al poner los mulos delante y luego hacerles retroceder hasta emparejar con el palo del arado, o se pasaban un poco, o no llegaban. Yo veía a mis compañeros hacerlo con tanta facilidad, que no tenía más remedio que pensar, lo burro que era yo. Con todo y eso, todo fue arreglado por mis compañeros y por el capataz. Todo estaba a punto, pero aún no se había comenzado la faena.
    Seríamos en total unos diez más el capataz que no araba e iba montado en un mulo al lado de nosotros vigilando para que la faena fuera bien hecha, y que no se perdiera el ritmo. Así que empezamos a arar, y yo más o menos, estaba en el centro de todos.
    Así que al principio de comenzar conforme iba avanzando me decía, ¡Vaya, no está mal! ¡Esto va que chuta! Pero se ve que fue un espejismo, porque a medida que iba pasando el tiempo, y tenía que ir ordenándole a los mulos alguna cosa, como que fueran más aprisa, que se tiraran a derecha o izquierda, o se reían de mí, o algo parecido, porque de hecho es que no me obedecían en nada.
    Os tengo que decir, continúa Juan, que estaba aprendiendo al mismo tiempo también, a saber y entender que los animales eran muy inteligentes, y se daban cuenta rápidamente si el que iba detrás era un catedrático de esa faena, o un analfabeto como yo. Sea como fuere, y a pesar de todo, yo iba notando que aunque mis compañeros me estimaban, de vez en cuando, saltaba uno de ellos: ¡venga Juan, no seas tonto y cágate en algo! Aquello me lo decían para que los mulos se espabilaran un poco y, sobre todo, que como sabían que había estado en el Seminario, para ver si yo era capaz de blasfemar contra Dios, contra la Virgen, contra el Copón Divino, pero para mí decir aquello, era imposible y por mucho que dijeran, ¡nanay!
    Pero al poco tiempo y por mi falta de pericia en la faena, ya me ocurrió mi primer contratiempo. He de decir que arábamos tierra calma y olivos, y fue precisamente debajo de uno de ellos cuando, por lo que se ve y así me dijeron, las bajeras del olivo se enganchó con el yugo o qué se yo, y cuando aquello se atirantó y volvió para atrás, me arreó un ramalazo en todos los morros que me dejó patitieso, patidifuso y medio atontado y pensaba aquello de: ¡vaya diíta que llevo!
    Pero poco más adelante y también debajo de un olivo, me ocurrió que al ir pensando que otra rama no me pegara en el rostro, me eché un poco hacia un lado con la cabeza agachada y cuál no sería mi sorpresa que salí despedido hacia adelante dándome un golpe tremendo en el estómago con el mango izquierdo del arado y los mulos se habían parado en seco, y me dije y ahora, ¡qué!
    Momentos después lo supe. Lo supe porque una vez repuesto un poco del golpe y que fue aunque me dolió un poco, nada más que un susto, noté que los mulos no podían continuar. Empecé a arrearles un poco y veía que aunque tiraban, algo les impedía avanzar. Se acercó un compañero riendo al darse cuenta de lo ocurrido, el cual, cogió a los mulos por delante ordenándoles que se fueran un poco para atrás y a mí que tirara el arado hacia atrás levantándolo y girando un poco a izquierda y derecha como haciendo juego hasta que el arado salió.
    ¿Y ahora qué había ocurrido? pensé. Al momento lo supe. Y es que el arado había encontrado una raíz bastante gruesa metiéndose debajo de ella, y al parar en seco los mulos, que por cierto les debía hacer bastante daño a ellos también, salí como es normal despedido hacia adelante y dándome ese golpe en el estómago.
    Todo esto que cuento y que me estaba sucediendo en mi primer día, todo era solamente por mi inexperiencia, puesto que mis compañeros pasaban exactamente por lo mismo, pero ellos sabían cómo tenían que actuar y salvaban todas las situaciones que hubiera algún peligro. De esa manera me iban enseñando durante el tiempo de los cigarrillos o del mediodía, cómo debía hacerlo. Lo hacían sonriendo y al mismo tiempo contaban que a ellos les había ocurrido lo mismo que a mí en sus comienzos y aquello me tranquilizó un poco.
    Pero a pesar de ello, mi moral estaba por los suelos, porque mi cuerpo no estaba acostumbrado a recibir nada parecido y por otro, porque ya desde pequeño había sido tildado de chico listo, inteligente, educado, de buenas maneras, y ahora me encontraba que era un verdadero torpón, porque todo aquello no me servía en absoluto en aquellos momentos. Ya me ocurrió algo parecido en los garbanzos, pero allí no había recibido ningún palo. Ahora en cambio, ya llevaba dos y, para colmo en mi primer día que aún no había terminado.
    En ocasiones me preguntaba, si no me estaría castigando el de Arriba, por no haber continuado en el Seminario, y en otras, que esto, tal vez, era una prueba de fuego para entender un poco la vida y poderla sobrellevar mejor. Sea como fuere, pensaba y pensaba, y era tal el caos habido en mi mente, que no entendía absolutamente nada. Lo único que me daba cuenta en aquellos momentos, es que mis compañeros, eran los verdaderos y auténticos conocedores del oficio, y que aunque se reían de mis torpezas, me enseñaban a no cometerlas.
    Y por fin llegó la hora de dar de mano. Se había acabado la jornada. Menos mal, pensé. Pero… sí, sí, todavía quedaba algo. Desenganchamos el arado dejándolo en el tajo y llevamos los mulos al cortijo que estaba cerca para quitarles los arreos, darles de beber, y por último había que dejarlos trabados para que pastaran toda la noche a la intemperie del campo. Así como por la mañana me resultó muy fácil el destrabarlos, ahora al querer trabarlos, me fue imposible. Ponerle la traba en una pata me fue fácil, pero en la otra no había manera de que la juntara. Así que por mucho que yo le hablaba, ya me habían tomado muy bien la medida y no hubo manera. Mis compañeros, viendo que era imposible que se las pusiera y antes de que se marcharan, se me acercó uno que me ayudó, quedándose los otros sonriendo y ahí acabó ese mi primer día.
    Pero, ¡qué día más largo se me hizo! ¡Cuántas ganas tenía que terminara! ¡Qué vergüenza había pasado viendo sonreír a todos ante mis torpezas! ¡Cuántos sudores me había provocado por dichos motivos! Pensaba y pensaba, y en el fondo todo era por culpa de la dichosa vergüenza.
    Una vez en casa y antes de irme a dormir, leí un poco La Imitación de Cristo por Tomás de Kempis, para encontrar un poco la paz en mi interior que continuaba agitada, y ello me sirvió de bálsamo. Ya más calmado, me puse a meditar repasando en mi mente la película de ese día, y yo creo que me sonreí, pensando que si hubiera sido otro al que le hubiera ocurrido todo aquello, sería hasta yo uno de los que se hubieran reído. Me ponía en la piel de ellos y, desde luego tendría que resultar simpático el verme de esa manera, y hasta a los mulos me los imaginaba regocijándose diciéndose uno a otro, ¡vaya idiota, que nos ha tocado hoy! ¡Ya era hora de que nos tocara algún día!
    También al repasar la película, estuve reparando en algunas pequeñas cosas que, aunque las había visto, se me había pasado por alto. Ahora veía que los mulos cagaban mucho, y que en ocasiones se pegaban unos pedos muy fuertes, y otras veces, eran unos grandes, largos y prolongados follones de los de ahí te espero. Aunque tantos unos como otros apestaban, eran estos últimos los que más, teniendo que agachar la cabeza y taparme la nariz para poder amortiguar por lo menos un poco su peste. Y eso fue todo.

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