Oct 23 2012

VIAJEROS POR LA PUEBLA DE CAZALLA (III): EL PERIODISTA Y ESCRITOR D. MANUEL MARTÍNEZ BARRIONUEVO

Publicado en LA PUEBLA

En 1.895, visitó La Puebla de Cazalla D. Manuel Martínez Barrionuevo e hizo un reportaje de dicha visita, reportaje del que ha quedado un testimonio escrito que hoy os presentamos y ponemos a vuestra disposición en las páginas que siguen de nuestro Blog Morisco; estamos seguros de que en él todos aquellos que os tenéis como amantes de los temas locales, vais a encontrar información curiosa de cómo era, en algunos aspectos, la Puebla de aquellos años de finales del siglo XIX cuando ya media algo más de una centuria de la misma.

Pero antes de entrar en la prometida materia, quzás convendría ir por partes y proporcionar algún dato acerca de la personalidad del escritor al que debemos esta sin duda estupenda crónica local, entonces ¿quién fue este Martínez Barrionuevo que la suscribe? Pues bien, se trata de un escritor andaluz que unos dan como nacido en Torrox (Málaga) en 1.857 y otros en esa misma fecha en la propia capital de la Costa del Sol y que falleció en Madrid en 1.917. Un escritor y periodista que a pesar de tener una muy extensa obra detrás, obra que alternó con sus frecuentes colaboraciones en la prensa, no llegó nunca a ocupar un lugar de primera fila en las letras españolas y que pese a recibir elogios de algunos de los más significados escritores de su época, acabó sus días prácticamente olvidado y en la más absoluta miseria.


En el periódico de Madrid El Liberal, uno  de los muchos en que D. Manuel Martínez Barrionuevo escribió, aparece el reportaje sobre nuestro pueblo que os ofrecemos. Para ver la imagen con más detalle cliquead sobre la misma.

Dice así, en su sección Viaje de El Liberal por España, el citado diario en el número correspondiete al 27 de julio de 1.895: “Iba el coche con rapidez, caminito de la Puebla, tirado por buenas mulas, con gran ruído de cascabeles y gran alegría nuestra, inspirada por la contemplación de aquellos magníficos olivares, que a Puebla de Cazalla hacen famosa y en que cifran los labradores de allí su legítimo orgullo.

Fue para el templo de Nuestra Sra de las Virtudes la primera visita, que hicimos con Luna, el poeta de Morón, Calixto Ramos, otro moronense también que nos colmó de atenciones y Luis Francisco de los Ríos cuya cariñosa acogida no olvidaremos jamás. Después de detenernos un instante en aquella plaza histórica, vieja, achatada, de ventanillos cerrados y de representárseme por un segundo en la imaginación las corridas de toros que en esta plaza se dieron, entré en la iglesia, destinada anteriormente a corral; allí encerraron los toros dispuestos para la lidia, y allí hubo la de Dios es Cristo varias veces, hasta que D. José Cubero, virtuoso sacerdote, clamó y reclamó, y expuso con mucha tranquilidad que aquello de los toritos era una vergüenza insigne, que también la vergüenza tiene sus categorías; fue y vino y suplicó a todos, y pidió limosnas y organizó rifas, con fe de Dios siempre y resignación a prueba de su fe, hasta conseguir, no solo que concluyeran aquellos espectáculos de la plaza y de la iglesia, sino que en la iglesia continuasen las obras para terminarla; y con todo lo que dije y con una capillita que costeó un pudiente del pueblo y con otra capillita costeada por otro, se tuvo al fin la iglesia, con gran fe del pueblo y mucha alegría cristiana y hasta se fue el recuerdo de todo el mundo, de que las naves de la iglesia fueron un día cuadras, y pesebres los altares si me aprietan mucho, o los sitios en que los altares están ahora; yo tampoco hubiera recordado nada sin mi intención justísima de dedicar un elogio al noble Padre Cubero”.


Aunque no se hace referencia al mismo en la crónica, poco más o menos con este aspecto de los años 80, verían en 1.895 nuestros viajeros el Arquillo Viejo en la plaza homónima.

“Del orden de arquitectura de la iglesia no he hablado; su mérito único consiste en una cúpula inmensa que la cubre toda. Lo que vimos entre las alhajas, fue un cáliz de mucho mérito regalo de D. José Cotta. Hay una bella imagen de la Candelaria, que costeó D.ª Francisca de los Ríos; el altar de San Antonio es propiedad de D.ª Carmen Jiménez de Asencio; el de la Concepción de D.ª Dolores Benjumea, y el Sagrario, de D.ª Dolores Ibarra, damas piadosas que dan ejemplo bellísimo y mantienen así la fe de los demás.

Al salir de allí, seguimos por la cuesta de la Silla, (sic) y recuerdo aún como si estuviera contemplándolo, el castillo de la Puebla propiedad del señor Raya, el puente nuevo, el canal del río Corbones, las alfarerías, los montecillos blancos de cal y las huertas bellísimas; allá al fondo el cerro del Acebuche, donde según algunos historiadores se dio la batalla de Munda; más allá la sierra de la Gomera y el pico de San Cristóbal, guía del navegante, y en tal o cual punto, lejos o cerca, las yerbas de trigo como montes de oro que irradian con el sol en las tierras ya segadas; cuadros de trigo sin segar, cuyas espigas mece el aire, rizándolas como la superficie de un lago y fíngese la imaginación que brotan blandas armonías de aquel movimiento, dulce como la madre que duerme al hijo en el regazo, diciéndole en voz muy baja canciones apacibles”.


Paisaje que D. Manuel Martínez Barrionuevo contempló desde la cuesta de la Cilla. Los dos picos que se sitúan sobre el horizonte corresponden a la Gomera y al Gomerón, un poco  más abajo el cerro del Acebuche. No aparece en la fotografía el pico de San Cristóbal, probablemente el peñón del Terril o peñón de Algámitas. Apenas si se ven los restos del que fue peñón de Marruecos que, anque no es mencionado, nuestros viajeros tuvieron que ver forzosamente en aquel momento. En prmer plano después del río, el llano de la Huerta. Para ver más detalles cliquead sobre la imagen.

“La plaza de la Constitución es hermosa; la plaza de Abastos también; en el Ayuntamiento tuvimos la fortuna de encontrar al alcalde D. Juan M. Benjumea, persona ilustradísima, y al secretario D. Juan Díaz; díjome éste que el origen de Puebla de Cazalla es desconocido. Por lo que pregunté con insistencia, fue por las minas y por las ganaderías de caballos de que nos habla Madoz: se me dijo que en la Puebla no hay nada de eso. Las calles de Marchena, de la Victoria, de la Cruz, de Mesones, son las de más importancia; esas calles de paredes blanquísimas donde el sol centellea haciendo cerrar los ojos por el dolor.

Hablar de las atenciones que nos prodigaron sería inútil; es preciso ir de pueblo en pueblo, en esta hermosa y extraña peregrinación, para convencerse de lo que es el trato amable, cariñoso y noble de estas poderosas familias andaluzas; la distinción, la sencillez con que lo hacen todo, y no hablo del desprendimiento, porque ya se sabe que de esa cualidad goza toda Andalucía en el mundo. Recuerdo la casa de D. Eugenio Benjumea, recuerdo a la señora de la casa, a las señoritas Juana y Lola, bellas flores de aquel rico campo de la Puebla, y recuerdo al sin par Antonio, que nos acompañó en nuestra caminata por aquellas calles encendidas con el sol, como si cayese fuego del cielo”.



Creemos que esta puede ser la casa de la familia de D. Fernando Benjumea aunque no podemos asegurar que en 1.895 estuviera ya levantada, tal vez algún lector podría aclararlo. Corría la voz en la Puebla de que esta casa era una copia de otra que había en Buenos Aires propiedad de la misma familia. La otra casa de los Benjumea a la que se refiere Martínez Barrionuevo, podría ser la que está en la calle San José esquina con la calle Sevilla, ésta sí estaba ya contruida en 1.895 pues hay un indicación en tal  sentido en el portón del antiguo zaguán, que todavía se conserva, a pesar de la remodelación que sufrió la casa original en los años 90.

“Hay otro Benjumea, D. Fernando, marino distinguido de muy probada cultura y uno de los mayores contribuyentes; en su casa estuvimos y recuerdo las curiosas noticias que me dio relacionadas con la agricultura, y de su hacienda de San Antonio, en el pago de Fontanar, de 4.600 hectáreas, completísima escuela de los olivareros del país y de gran renombre en toda la región andaluza.

La Puebla de Cazalla es un pueblo rico; no es extraño, lo es Andalucía, aunque tanto se hable de sus miserias y de los malos tiempos… pero no continúo, no vaya a salir con una indiscreción; hago memoria de ciertas frases de la alcaldesa de Aguadulce, que deslizó con su gracioso dejo andaluz:

– ¡Ay, pero no digasté esas cosa je nel papé, que nos va aumentar las contribucione!

Y es que el contribuyente quisiera ocultarse toda la vida del fantasma tenebroso del fisco, sin poder lograrlo, y está a todas horas creyendo ver una nueva <<socaliña>> (palabra textual), como el candoroso ganapán cree ver asomar a todas horas entre el ramaje que lo oculta, el cañon tremebundo de la escopeta.

Volvimos a casa de los Sres. Moreno de los Ríos, de quienes hasta ahora nada hablé de esta familia, nos acompañaban los dos abogados, Luis y Francisco, Curro que es su verdadero nombre; los dos son andaluces de veras y de muy gran juicio, de Curro puedo decir que es ciego, como que siempre lo han de llevar del brazo; este hombre de inteligencia superior, hizo su carrera con gran aprovechamiento, solo, por las lecciones que oyó leer a tal o cual compañero amable.

Llegamos a la casa, hablando siempre del pueblo, de sus hermosas condiciones de vida, de aquel molino Benjumea, movido por agua que se despeña por la zúa como alegre algazara de voces de chiquillos, de los otros molinos del pueblo, entre los que hago mención aquí, por acordarme, de uno de nuestro amigo D. Juan Ternero, otro de D. Félix Bernáldez, dos de los Sres. Benjumea, uno de D. Arcadio Raya y el de los Sres Moreno de los Ríos”.



La casa que se cita de los Moreno de los Ríos, estaba situada en la calle Mesones, esquina con la calle de la Cruz. En la imagen la placa de azulejos que se conserva en la actualidad sobre la fachada del nº 38 de la calle Mesones, y que rememora el nacimiento de un miembro de esa familia con una especial significación para La Puebla.

“Después de aquel largo paseo cuyo principal aliciente no fue de seguro el sol de justicia que nos fue clavando dulcemente en los sesos sus magníficos rayos de oro, al volver a casa de D.ª Francisca de los Ríos y entrar en aquel gabinete de la derecha, fresco y umbroso, experimentábase un cierto desmayado placer, sensualismo del alma que debe sentir el viajero en fiera tarde canicular, cuando chispea más el sol, cuando el cerebro se abrasa, y encuéntrase de pronto una palmera y un arroyo que se desliza a su sombra, todo arde, todo cruje, sopla un viento que quema las entrañas y tiene al caminante a sus pies el agua cristalina, cuyos vapores fríos suben a deleitarle el corazón.

Aunque habíamos almorzado allí a nuestra llegada, se nos tenía preprarado un delicadísimo <<lunch>>; pero lo más delicado que allí hubo, fue la dulce jovialidad de la señora de la casa, tipo hermoso y noble de las antiguas damas labradoras de Cervantes y Calderón; que tipos así, como los otros del caballero del verde gabán, los hallará el observador a cada instante en las casas ricas de estos bellísimos pueblos andaluces. De Belén, de Manuela, de Lucía y de aquella otra Lucía que empieza a vivir, la biznieta, el hermosísimo angelillo del hogar, que estuvieron también en el comedor acompañando a la abuela, que nos acompañaba haciéndonos los honores, nada digo, sino que llenan el corazón con ese <<ángel andaluz>>, fama y prez de las mujeres de aquí”.



Esta finca, que siempre ha sido conocida en La Puebla como la Fábrica, perteneció a la familia de los Moreno de los Ríos que tuvieron, según rezan los anuarios comerciales del s. XX , fábricas de aceite, harinas y la compañía suministradora de agua potable a nuestra localidad que extraían del manantial de Piyaya situado en las inmediaciones. Con toda probabilidad, en la fecha del artículo periodístico no estaba aún construida pues no es mencionada por el cronista cuando es bien visible desde la cuesta de la Cilla.

“Retiráronse cuando concluimos… Y después de la despedida, cuando volvíamos a Morón con José María de Luna y Calixto Ramos, cuando dejaba atrás el coche rápidamente la carretera, cuando llegábamos a Morón a esa hora dulce del crepúsculo, divisándose vagamente, allá confundida en el cielo, entre la Atalaya y la torre de San Miguel, la masa obscura del castillo con la nota alegre de las casitas blancas de su barrio mozárabe, en aquel inmenso disco de sol sin luz que se hundía en la tierra, parecíame ver aún,como la vi desde el comedor, la figura gentil de Lucía cuando se retiraba, desdibujándose a mis ojos a través de los arbustos y las flores del patio, y sus cabellos negros que se destacaban en el fondo verde las begonias que cubrían el muro y los puntitos de su falda blanca, destacándose también entre las orquídeas y el rojo espléndido de los claveles”.

Esperamos que la lectura de este espléndido reportaje haya resultado de vuestra entera asatisfacción. Pronto volveremos a estar citados para seguir compartiendo nuestra afición por las cosas de la Puebla. Gracias por vuestra fidelidad, queridos lectores y paisanos.

OTRAS FUENTES:

CÓMEZ RAMOS, R. Pasadizo o “Sabat” un tema recurrente en la arquitectura andaluza. Rev. Laboratorio de Arte nº 1, pág. 28. . Ed. Dpto Historia del Arte, Universidad de Sevilla, Sevilla 1.988. De la fotografía del Arquillo Viejo.

QUILES FAZ, A. Aproximación a la figura y la obra de D. Manuel Martínez Barrionuevo (1.857 – 1.917). Rev. Jábega nº 59, págs. 64 a 72, Ed. Dip. de Málaga, Málaga 1.987.



2 comentarios

2 comentarios en “VIAJEROS POR LA PUEBLA DE CAZALLA (III): EL PERIODISTA Y ESCRITOR D. MANUEL MARTÍNEZ BARRIONUEVO”

  1. Ramón Morenoel 18 Nov 2012 a las 22:33

    Estimados Sres.,

    Ramón Moreno de los Ríos era mi bisabuelo, que casó con Teresa Guerrero de Castro, teniendo como hijo a Diego Moreno Guerrero, mi abuelo. El padre de Ramón Moreno de los Ríos fue, creo, Diego José Moreno Martín, que casó con Belén de los Ríos y de los Ríos.

    Podrian decirme los ancestros de estos mis bisabuelos?

    Agradecería mucho cualquier información o indicación pues vivo ahora en Brasil y me resulta dificil ir a la Puebla a investigar en los registros.

    Un fuerte abrazo,

    Ramón Moreno López de Ayala

  2. Juanel 26 Oct 2012 a las 18:04

    Yo tenía entendido que la casa de los Benjumea era la de la esquina 5 metros antes de llegar a esa casa de los jardines y que casi siempre en primavera y verano estaba la puerta abierta viéndose desde la calle su patio, pero eso sí a los señores no les ví nunca. Además el Fontanar por aquéllos años sesenta les pagaba la beca de estudios al cura que está hoy día en la Puebla y, si no era a él, era a Fernando Papita y a aquél era Coria y a Manolo Guerrero, Morcillo. Esos tres cortijos con sus haciendas eran por entonces de mucha fama, teniendo por ello muchos trabajadores de La Puebla. Recuerdo también que el matrimonio dueño del Fontanar tenían por lo menos 12 hijos. ¡Qué tiempos aquellos! Además me suena que la empresa Abengoa es de los Benjumea y que a uno de ellos lo hizo marqués el rey hace varios años.

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