Jun 12 2009

DE MANANTIALES FUENTES Y POZOS DE LA PUEBLA DE CAZALLA (I): LA FUENTE VIEJA

Publicado en ACTUALIDAD,LA PUEBLA

PILAR_FUENTE_VIEJA

Un colaborador nos hace llegar el siguiente comentario:

” La existencia de la Fuente Vieja como locus está documentada al menos desde comienzos del siglo XVII, pero puede ser incluso anterior a esta fecha estando muy probablemente unida a la fundación de la Puebla de Cazalla como población, de esta secular presencia geográfica le sobreviene, con toda seguridad, el nombre de vieja.
Su agua, que como se puede apreciar en la fotografía brota con un buen caño, apenas sufre mengua apreciable ni en los peores años de esas sequías que aquí estamos acostumbrados a padecer de cuando en cuando, eso sí, es salobre, quizás porque proviene de profundidades geológicas donde el yeso se prodiga en nuestro término con abundancia, así que no es apta para el consumo humano pero en cambio sí lo es, lo ha sido más bien podríamos ahora decir, para las caballerías y para el ganado, que hacían allí su obligada parada al salir por las mañanas al campo y al regresar sedientos por la tarde. El perrengue del cabrero, el gañán o el mulero se llenaba más adelante, en el pozo de Marco.
Su factura actual es de ladrillo macizo pero no tendrá más allá de entre 20 y 30 años de antigüedad y procede de una intervención municipal que tuvo como objeto la integración urbanística de la propia fuente y sus aledaños en el pueblo. Con anterioridad a esa fecha, una memoria no siempre fidedigna en estos detalles, nos informa de que estuvo hecha de mampostería recubierta en el exterior de cemento.
El pilar, y todo el entorno a quien presta el nombre, ocupa en la Puebla un suburbio que es un espacio localizado literalmente bajo la ciudad y es también un arrabal porque está situado en un extremo de la ciudad fronterizo con el campo que es lo que le presta su rasgo principal de identidad.
Así pues, la Fuente Vieja se ha encontrado tradicionalmente en el limes, en un espacio ambiguo que no es ager aunque mantiene algunos de sus atributos, pero que tampoco es civitas completamente ¿no se la llamó ciudad sin ley en cierto momento en una expresión que viene a corroborar la falta de ordenación simbólica de ese espacio?
La Fuente Vieja es pues un espacio urbano pero es también entonces un espacio simbólico que participa al mismo tiempo de lo crudo y de lo cocido, del caos de la naturaleza y del orden que en esta introduce la polis, pero si en aquella encontraréis la inundación que viene a traernos una memoria de aguas y barros uterinos y primordiales, y en esta se halla el invisible cauce subterráneo que desagua y nos deja secos en la tormenta ¿Cómo se puede concebir esta realidad intermedia?
Se trata pues de un espacio que se sitúa entre la oscuridad a que se ve sometido el campo cuando el sol se pone y el día que representa la ciudad porque nunca en ella es completamente de noche. La Fuente Vieja ha sido, incluso literalmente, una zona de penumbra (apenas alumbrada por las candelas de los gitanos, otros habitantes del límite) donde los contornos siempre han resultado difuminados, es el espacio de la ambigüedad cuya percepción emotiva es siempre desasosegante porque nos sumerge en la inseguridad.
La Fuente Vieja es la frontera que salva a la ciudad de la amenza exterior (hay cuentos en los que en las noches de crudo invierno los lobos llegaban buscando presas hasta sus aledaños pero no pasaban  de allí), es la censura que sabe resistir los embates del ello para que el yo civilizado no pierda su cordura.
Y es este malestar percibido en la viviencia de limes el que finalmente lleva a ese impulso reurbanizador con los resultados que hoy podemos observar: iluminación con focos, acerados, cemento y adoquines, señales de tráfico y traslado de los gitanos a las tinieblas exteriores para hacer posible que la polis pueda recuperar ese espacio, aunque se haga con una cierta mala conciencia o remordimiento, la mala conciencia propia de quien siente que también algo se pierde y entonces deja como testimonio de ese pasado de ambigüedad un detalle como una firma: unas cuantas pitas en un terraplén (que no puede ser jardín por lo agreste) y la visión de unas chumberas desde ciertos ángulos. Nunca superamos del todo nuestro pasado. Una lección no premeditada.
En este contexto haber pintado el pilar de lila y naranja, sea quien sea el responsable, estoy de acuerdo en que es una mamarrachada y una cierta falta de respeto por el entorno, tan cercano por lo demás al museo etnográfico y negador de los valores que este debería representar. A ver si se enmedienda pronto.”

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El Morisco Blog

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